La Historia de Malinche
Su nombre es sinónimo de traición y de toda una manera de pensar en México.
Ser un “malinchista” suele encender los ánimos en una discusión entre los mexicanos que a lo largo de cinco siglos han aprendido que eso es ser traidor a la patria.
La Real Academia Española lo define como tener “apego a lo extranjero con menosprecio a lo propio”.
Pero el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua va más allá y lo define como un “complejo”: “Que tiene complejo de apego a lo extranjero”.
Y es que el malinchismo es algo que ha estado fijado en la mente de los mexicanos desde la llegada de los conquistadores españoles en 1519, hace ya 500 años.
La idea del malinchismo tiene como figura originaria a una mujer conocida como “la Malinche”, quien pasó de ser heredera de un padre poderoso a esclava y al final traductora, consejera y amante del conquistador Hernán Cortés.
Sin embargo, durante generaciones ha sido reducida a una traidora no solo en el imaginario colectivo, sino también en la narración de la historia predominante.
“La Malinche es considerada como la que tiene la culpa de todas las desgracias nacionales y de todas las batallas perdidas en la historia de México”, dice a BBC Mundo el historiador José Antonio Flores Farfán.
Pero advierte: “Esta idea del malinchismo, de atribuírselo a una sola mujer, es un gesto muy machista, muy misógino”.
Y es que la reducción de la vida de la Malinche a un papel traidor para los pueblos originarios de México resulta cada vez más insostenible a la luz de las investigaciones históricas modernas.
“Esa es una ideología que no quiere ver la complejidad de la historia“, rebate Flores Farfán.
La princesa desechada
Los historiadores han debatido durante mucho tiempo cuáles fueron los orígenes exactos de la Malinche, pero estudios indican que nació al final del siglo XV.
Su nombre en la lengua náhuatl, la hablada por los aztecas, era Malintzin o Malinalli. Pasó sus primeros años de vida en la zona sureste del estado de Veracruz, cerca de Coatzacoalcos.
El cronista Bernal Díaz del Castillo, quien acompañó a Hernán Cortés en sus travesías, relató en una de sus obras que a Malintizn le correspondía ser heredera de los dominios de su padre.
Era hija de un cacique local que falleció cuando ella era una niña, por lo que su madre, Cimatl, contrajo matrimonio con otro jefe indígena de la zona con quien concibió un varón.
El conflicto de quién era el heredero del cacicazgo fue solucionado cruelmente para Malintzin.
“Para que en ello no hubiese estorbo, dieron de noche a la niña a unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se había muerto“, explica Díaz del Castillo.
En el mercado de Xicalango, la niña fue comerciada como esclava y finalmente cayó bajo el dominio del cacique de Tabasco.
Entregada a Cortés
Hernán Cortés había emprendido su campaña por la conquista de México cuando se enfrenó al pueblo maya de Tabasco en la batalla de Cintla en la que resultaron victoriosos los europeos.
El cacique del lugar, para “apaciguar” al español, le hizo varios regalos como una veintena de esclavas entre las que estaba Malintzin.
Como en ese tiempo era aceptado el concubinato (barraganía) pero solo con mujeres bautizadas, Malintzin recibió la purificación de la fe católica y el nombre de Marina.
Entonces fue entregada por Cortés a su capitán Alfonso Hernández, pero el conquistador pronto descubrió el gran valor que tenía la mujer que sabía náhuatl y maya, así como sus variantes.
Y más allá de eso, pronto Cortés la hizo su propia amante cuando ella tenía 15 años.
“De una condición noble a la de esclava, abandonada y negada por su padres, pasa a muy temprana edad a manos de desconocidos, violada por los invasores castellanos en la pubertad”, describe Flores Farfán.
En su travesía hacia la toma del Imperio azteca, entre 1519 y 1521, la mujer dejó de ser Malintzin y Marina, y se encumbró en lo más alto de la avanzada conquistadora como Doña Marina.
Doña Marina
Tanto los documentos de los cronistas de la época como los códices indígenas muestran cuál era la alta posición que alcanzó la joven indígena apenas salida de la adolescencia entre los conquistadores.
“Doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España (…). Sin doña Marina no podíamos entender la lengua de Nueva España y México”, decía el cronista Díaz del Castillo, quien la veía como una mujer “entrometida y desenvuelta”.
Sin embargo, su posición iba más allá de ser una simple traductora con los emisarios de los pueblos, incluidos los del imperio azteca.
Como han comprobado varios expertos el revisar los documentos históricos, logró el entendimiento entre culturas sin el cual la conquista pudo haber sido mucho más violenta.
“El multilingüismo la puso en un lugar muy privilegiado. Pero también se le consideró la cara visible de Cortés en el sentido de la interpolación que podía tener con pueblos originarios”, explica Flores Farfán.
“Era una mujer que tenía mucho poder”, añade.
¿Traidora de su sangre?
El pueblo al que pertenecía la Malinche también era súbdito de los aztecas, cuyos gobernantes imponían duros tributos por los cuales no generaban simpatías, sino lo contrario.
Cortés supo de la enemistad de los pueblos indígenas y le sacó ventaja al buscar aliados locales para enfrentar a los aztecas, entre ellos los totonacas y los tlaxcaltecas.
A la Malinche se le atribuye haber usado su conocimiento de la lengua, cultura e idiosincrasia indígena para poner el tablero cargado a favor de los conquistadores.
En particular se le culpa de una de las más grandes masacres de la conquista en Cholula, de la que las crónicas españolas le atribuyeron el descubrimiento de una conspiración para matar a Cortés.
Unos 6.000 cholutecas murieron a consecuencias de la venganza de los conquistadores. Y muchas muertes más hasta la caída del Imperio azteca son vinculadas a la Malinche, quien traicionó a su propia sangre.
Pero una revisión de la información disponible del caso de Cholula y otras batallas no da evidencias de que Marina haya sido la responsable, opina Flores Farfán.
“La historiografía hispana crea un hada madrina, que, locamente enamorada de Cortés, defiende fielmente los intereses castellanos”, sostiene el historiador.
“Que fuera traidora es un lugar común. Se le transfieren responsabilidades que le corresponden a otros, y en particular a los mercenarios que masacraron a la población originaria”, añade.
La “chingada”
Desde la década de 1960, movimientos de feministas comenzaron a hacer una revisión de quién fue realmente la Malinche y qué papel jugó en la conquista española.
A partir de entonces, se empezó a desentrañar que no fue solo la traductora que se unió a los españoles sino una mujer desechada por su familia por su género, esclavizada, violada y pasada “de mano en mano” hasta ser entregada a los españoles.
Doña Marina no solo estuvo al servicio de Cortés como mensajera y consejera, sino también como amante con quien procreó a Martín Cortés, quien es el primer mexicano mestizo conocido con nombre y apellido.
El poeta Octavio Paz en “El laberinto de la soledad” incluso la ejemplifica como epíteto de la “chingada”, una de las expresiones con más carga peyorativa del español mexicano.
“Si la chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias”, escribe Paz.
“El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida”, añade.
Y esa es la suerte que corrió la Malinche, a quien en sus textos y memorias Cortés la deja en el olvido.
No así en el imaginario de los mexicanos, donde hasta la actualidad queda bien fijada como la traidora.
Fuente: BBC Mundo y Animal Político